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Mostrando entradas de agosto, 2012

¿SIEMPRE ESCOJO A LA PERSONA EQUIVOCADA?

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Cuando te das cuenta que la mayoría de tus allegados están casados tienen hijos o por lo menos parejas estables y añadiéndole a eso a que ya tienes cierta edad para empezar a pensar en algo enserio y tu sigues sola, te surgen ciertas preguntas ¿escojo siempre mal a la persona? O ¿será que la persona era buena y he sido yo la que lo he convertido en ese bicho detestable? Tras varias tertulias con amigas en la misma situación que yo y por experiencias propias llego a la conclusión que pueden darse los dos cosas, una que escojamos mal y la otra es que nosotras mismas los convirtamos en los equivocados, enseguida explicare porque. Existen varias razones porque escoges a la persona equivocada  y son las siguientes: 1. Aceptar citas a ciegas  El amor a ciegas no es la manera mediante la cual debes escoger a tu futuro cónyuge, porque probablemente este este igual  o peor de desesperado que tu en encontrar pareja. Y no sabes que tipo de bicho te puedan sacar tus amiga

ADIÓS AMIGO MIO

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Me es muy difícil iniciar. La decisión que he tomado de redactar esta carta es trascendental en mi vida. De hecho no recuerdo haber intentado redactar una carta semejante. Más que referirme al carácter formal que debe revestir, sé que debo reunir el valor suficiente para atreverme a dar por terminada una relación por demás íntima, de mucho tiempo. Hablamos de más de 6 años de estar acompañado de quien ahora debo abandonar necesariamente. La separación definitiva que he resuelto llevar a cabo hoy, sin posibilidad alguna de postergación, no es producto del arrebato ni de mi volubilidad de carácter. Se debe, por el contrario, a un acto verdaderamente consciente, como pocos, de que es lo mejor que puedo hacer y que será una de las muy escasas decisiones de calidad que haya podido tomar en mi vida. Desde este momento, sé que no será nada fácil vivir sin ti. Cuando menos en el tiempo inmediato. Pero confío plenamente en que el tiempo me curará de tu falta de presencia. Y cómo no